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El Verdadero Rostro de Atenea

Dicen que Atenea nació de la cabeza de su padre: Zeus, que envidioso de la sabiduría de Metis se la tragó embarazada. Esta niña, que creció en la antigua sociedad griega absorbiendo el poder de su padre y la sabiduría de su madre. Desarrolló así la inteligencia práctica tan valorada por la civilización, lo cual la convirtió en una gran estratega. Pero hay más, y hoy te invito a explorar el verdadero rostro de Atenea.

Ella es el modelo de mujer que se adapta a los valores masculinos de productividad en distintas áreas importantes para el comercio, la economía y el mantenimiento del status quo.

Pero sabemos que Grecia con su panteón de dioses del Olimpo instauró en el inconsciente colectivo la mentalidad patriarcal. De ahí que su historia refleje las situaciones que vivimos mujeres y hombres dentro de nuestra sociedad actual. Por eso contiene las claves para comprender cómo funciona nuestra psique, y para esto el mito de Atenea, es esencial. Porque nos recuerda que nos falta una madre arquetípica: el referente femenino admirable y sabio  que Zeus que se tragó.

Por ello la mente de Atenea se fraguó dentro de la mente de Zeus y es su heredera. De hecho a esta diosa también se le atribuye la domesticación de los animales. Y nosotras, como animalitos privadas del acceso a nuestra naturaleza salvaje no queremos este modelo de feminidad.

Durante mucho tiempo evité acercarme a Atenea

Me sentía mucho más afín a otros rostros de lo Femenino Sagrado, sin embargo, algo dentro de mí no estaba tranquilo. Una verdad más profunda se asomaba a la puerta de mi consciencia.

Esa historia sobre sus orígenes me horrorizaba. Pues hablaba de como el patriarcado se ha tragado los valores de la Madre y nos ha dejado a expensas de la valoración de nuestro entorno por la capacidad que tengamos de ser productivas. Pero ella era la Diosa de la Civilización y también pensaba que debía de esconder algo más antiguo, con un sentido diferente. Porque el mundo no nació así, y la Diosa no puede ser hija del Dios. Todas las criaturas venimos de una madre.

Las diosas y los dioses Griegos, fueron adoptados de otras culturas anteriores

Es sabido, desde la psicología profunda, que los mitos de una cultura son los huesos del inconsciente colectivo de un pueblo. Pues a través de este imaginario crea los valores y creencias que se van a adoptar como válidos, y que conforman su identidad. Estos valores con los que nos identificamos son una especie de cemento para construir la cultura desde el molde de la política imperante.

En una sociedad donde el poder lo ostentan los dioses frente a los humanos, acentuando la grandeza de los primeros y la pequeñez de los segundos, buscamos siempre apoyo para sentirnos protegidos. Porque si no lo tenemos sentimos peligrar nuestra supervivencia. Así, acabamos desempoderadas dando más importancia a lo que piensan, hacen y dictan otras personas que a nuestra propia sabiduría interna.

La mitología es un asunto político

Si cambias los mitos de creación de un pueblo, si cuentas su historia desde otra perspectiva, cambiará toda su psique. Pero podemos extraer la verdad que ha quedado oculta bajo capas de contaminación mental y emocional.

Cada conflicto, historia o cuento, mantiene una verdad secreta que un día será despertada del letargo, pero ¿Quién la despertará? Se necesita tiempo para mirar un asunto desde otra perspectiva, y

¿Quién tiene tiempo para esto?

Se necesita  reducir la velocidad del pensamiento habitual para escuchar al corazón intuitivo que reconoce una verdad porque la siente. Quizá sea por esto que Atenea se aparecía en mis meditaciones, pese a mis barreras con ella, y no tuve más remedio que acercarme para conocerla mejor.

Cuenta su historia  que cuando era niña, mató desafortunadamente a su mejor amiga: Pallas. Y que este hecho la entristeció tanto que adoptó el nombre de ésta, empezando a ser reconocida como Pallas Atenea. Cuando traspasé la barrera que me separaba de Ella supe que Pallas es un gran asteroide (o pequeño planeta) que se encuentra entre Marte y Júpiter, con particularidades muy interesantes. Bautizado con este nombre en honor a la diosa Atenea,

Una visión más esotérica o espiritual

En épocas muy antiguas, cuando la conciencia humana aún contemplaba juntos a la materia y al espíritu, vivíamos en mayor equilibrio con la Naturaleza. Al estar vinculados a los ciclos naturales de la vida, la muerte y la regeneración, percibíamos una relación con quienes ya no están entre nosotros: nuestros ancestros se acercaban desde lo sutil para guiarnos.

Las apariciones de seres sutiles, han quedado reflejadas en las historias míticas de numerosos pueblos, que la Iglesia de Roma asimiló como apariciones milagrosas de la Virgen María.

Pero si nos acercamos a escuchar su verdad, tendremos una visión diferente. Estos Seres de Luz, (como algunos los llaman) no se perciben como entidades superiores. Sino  como hermanos que llevan más camino recorrido y vienen para guiar ciertos momentos de crisis cultural. Entre ellos y desde la tradición budista, nos llega la existencia de aquellos que asumieron una responsabilidad de apoyo a este planeta, quienes recibieron el nombre de la Hermandad Blanca.

A medida que nos fuimos separando de nosotr@s mism@s su memoria quedó relegada a las leyendas, aunque seguían en contacto directo con aquellos que aún podían abrirse a sentirlos.

Luego fueron tergiversados a conveniencia pero ya es momento de recuperar nuestra auténtica sabiduría y doy mi testimonio (totalmente subjetivo y humano) de que Pallas Atenea como fuerza espiritual me está ayudando a ello.

Pallas Atenea, sostenedora de la Verdad

Antiguas tradiciones místicas orientales hablan de Pallas Atenea como la Diosa de la Verdad, muy cercana a la humanidad en los tiempos de la Antigua Lemuria. A medida que nos separamos de nuestra propia verdad nos fuimos separando de Ella hasta quedar relegada al olvido. 

Esto tiene más sentido para mí. Y también el hecho de su relación con el aspecto femenino del Sol: la diosa Vesta, que se considera la primera encargada de sostener la Verdad. Si consideramos que el Sol envía los códigos que activan el ADN en cada una de sus criaturas, es fácil percibirla como activadora de nuestra verdad. Activadora de nuestra sabiduría innata, pura, virgen, (de la Metis Interior que se tragó Zeus).

Según esta historia, llegado un momento evolutivo, Vesta transfirió esta responsabilidad a Pallas quién lo ejerció como Suma Sacerdotisa del Templo de la Verdad en la Atlántida. Allí donde acudía la gente que buscaba claridad sobre ciencia, educación, organización  y gobierno desde la propia sabiduría interna. Ella asesoraba estas disciplinas para el mayor bien de todos los habitantes.

La caída de esta civilización fue paralela a la separación del ser humano de su propia alma

  Y con el tiempo el contacto con Pallas Atenea  se mantuvo a través del Oráculo de Delfos, canalizado por la orden de las sacerdotisas vestales durante unos 700 años, hasta que el cambio de paradigma les obligó violentamente canalizar al dios Apolo.

Y aquí empieza otra historia, no menos desconocida que la anterior, a pesar de que nos la cuenten una y otra vez con distintas palabras. Porque todas sabemos que la Verdad nos hará libres, pero ¡incomoda tanto! Que es mucho más fácil dejarse llevar, hacer oídos sordos y silenciar la voz interna. Una voz que habla otras cosas, que no se traga todo lo que le echan, sino que cuestiona, sin maldad pero con astucia:

“Esto que me están contando… ¿tiene un eco dentro de mí?” Porque si no lo tiene, esta verdad interna mía me instará a investigar, profundizar en algún tema, tendré que invertir una energía física o espiritual en indagar sobre esa verdad incómoda. Pero que me va a llevar a un lugar de coherencia interna, a tener Voz, mi voz, ni más ni menos valiosa que otras voces, pero tan necesaria como éstas.

el verdadero rostro de atenea

Pallas Atenea me dice una y otra vez que no tenga miedo

Me dice que sea consciente de mis partes vulnerables para adentrarme en ellas. Y así acceder a una verdad más profunda que se esconde por algún rincón de mi alma. Verdad que está unida a la tuya y a la de todo habitante de este planeta.

Esta voz mía después de un largo entrenamiento ha adquirido cierta experiencia, destreza para discernir. Porque esto es lo que sucede, tarde o temprano la verdad emerge y entonces, ¿Dónde estaré yo? ¿Dónde estarás tú? ¿Dónde estaremos nosotras, como humanidad?

Quiero creer que estaremos juntas, celebrando que al fin nos hemos dado cuenta. Que hemos aprendido a poner límites a lo que nos somete. Y que hemos despertado un poder interno que no divide sino que nos une en un propósito común de reconstrucción desde adentro hacia afuera. Desde los valores de la vida a ningún precio, sino en armonía con los ciclos. Honrando lo que viene a nacer apoyando lo que ha de crecer y despidiendo lo que llegó a su fin. Porque, (y ahora me permito alzar mi propia voz) algo ha de morir ahora: el enemigo invisible. Sacudirse el miedo inducido desde afuera que nos impide ver la verdad. Para entrar a un estado de confianza donde generar actitudes y respuestas acordes a lo que esté pasando, sin tergiversación de datos, sin ocultación de intereses.

Ya es tiempo

Levantemos la alfombra de quienes se colocan como Dioses sin tener acceso a su propia verdad. Veamos lo que se oculta debajo y si no nos gusta, no traguemos el polvo, pero tampoco creemos más indignación. Solo la justa para activar un cambio necesario primero dentro de una misma. Dejemos atrás todo lo que no sirvió y entreguémoslo al Amor Universal o a quien cada uno quiera. Pero dejemos ir emociones y miedos que nos mantienen esclavas.

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¡A esa familia se bienvenida/o!

Con amor,

Gabriella

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