Hubo un tiempo en que el Círculo era la figura de referencia y todas teníamos un lugar a la misma distancia del centro. No había conflicto de rango, pues era un orden basado en el fluir natural, en la experiencia y la sabiduría de vida. Se honraban los valores de la Madre, la cual crea y sostiene la vida en todas sus expresiones y formas. Entonces comenzamos a desarrollar la agricultura, la cerámica, la artesanía… Eran sociedades basadas en el cuidado mutuo y del entorno, donde se sacralizaban los ciclos de la vida con ritos de pasaje y también los ciclos de la Naturaleza, celebrando equinoccios, solsticios y otras festividades de la Tierra.
Algo que muchas comunidades ancestrales tenían en común era la cabaña lunar o tienda roja: un espacio, a menudo textil, donde las mujeres nos reuníamos para menstruar juntas. También para conectar con nosotras mismas y profundizar en temas vitales como la sexualidad y la maternidad. Estos espacios en círculo eran nuestro centro espiritual donde dábamos a luz nueva vida y también acompañábamos a morir. Se veneraba el principio femenino de la vida como una Gran Diosa Madre, con diversos rostros y atributos.
Pero hace mucho tiempo que las mujeres pasamos de sostener comunidades juntas a estar solas llevando el hogar y la familia. Ahora, vivimos divididas, nos comparamos unas con otras y rivalizamos tratando de agarrar algo, desde el sentimiento de carencia. Hemos olvidado que el hecho de ser mujer ya nos da la capacidad de concebir, gestar y parir lo que el alma y del cuerpo anhelan. Pero eso no lo podemos hacer de forma aislada, necesitamos recuperar la hermandad. No para depender unas de otras sino para recordarnos a nosotras mismas nuestro valor y unir fuerzas.
Los Círculos de Mujeres acogen un vacío que sentimos todas, lo hagamos consciente o no, pues todas necesitamos recuperar algo que perdimos: la tribu, manada, la comunidad.
La Naturaleza femenina es cíclica y necesita que volvamos a dar el valor a nuestros procesos vitales cambiantes como cambia nuestro cuerpo. De hecho recuperar nuestra vida desde el cuerpo como fuente de salud y de placer es una parte esencial del empoderamiento femenino. Decidir cómo queremos vivir sus procesos: menstruación, parto, lactancia, enfermedad y curación es esencial para volver al equilibrio.
¿Para qué surgen ahora los Círculos de Mujeres?
Un círculo de mujeres es una puerta a vivir en femenino, a ser más auténtica y libre, primero por dentro. Al estar todas a la misma distancia del centro nos otorga un lugar horizontal, no jerárquico. Al ser espacios de compartir genuino, donde poder hablar y ser escuchadas, podemos recordar el valor de lo femenino e ir trayéndolo de regreso a nuestras vidas. Para este propósito, nos ayuda estar solo entre mujeres.
El Círculo puede ser un espacio de asombro y disfrute al recordar juntas la Naturaleza Femenina. Un espacio ritual, pero no un ritual vacío sino lleno de nosotras mismas, porque es nuestra creatividad en acción la que lo mueve.
En el Círculo se despierta el poder sanador de la tribu. Es algo que perdimos y que podemos recuperar cuando la energía que se mueve entre nosotras es más centrada. Desde la libertad de ser como tú eres y la mirada abierta al corazón de cada mujer que lo comparte contigo.
Ante la competencia de nuestra sociedad, damos el lugar a la empatía y la colaboración. Nos hemos separado, aislado, competido entre nosotras. Pero el Círculo nos invita a recordar la importancia de reencontrarnos con nosotras mismas en la mirada de las demás.
Este tipo de encuentros surgen del Movimiento Mundial de las Mujeres, dentro y fuera del feminismo. Porque necesitamos un empoderamiento profundo, que indague en la naturaleza de lo femenino. Nos hemos adaptado tanto a un entorno sociocultural definido desde el pensamiento masculino que apenas recordamos nuestras propias necesidades. Y si las recordamos no le damos el valor que tienen.
Los Círculos son un modelo de colaboración social frente al modelo actual de dominación/sumisión. Al compartir y alimentar un paradigma distinto del establecido, constituye un impulso para el cambio cultural.
El Círculo tiene un centro sagrado y eso hace que la energía que se mueve entre nosotras sea más centrada. No hay cotilleos, pues se trata de crear un espacio emocionalmente seguro que facilite la hermandad entre mujeres y esto ya va promoviendo un cambio social. Por eso, formar parte de un Círculo de Mujeres que se reune regularmente y cultiva estos valores es una forma de activismo espiritual. No ponemos el foco en visibilizar lo que hacemos sino que vamos realizando ciertos cambios desde dentro. Luego esos cambios se van expresando en nuestra vida cotidiana, en nuestras familias y gente cercana, porque la forma de relacionarnos va creciendo en equilibrio.
Lo femenino se nutre de la tribu
Dice la analista junguiana Jean Shinoda Bolen que: “cada Círculo es una regeneración de la forma arquetípica: está inspirado y sustentado por todos los Círculos de mujeres que han existido y él a su vez, hace una aportación al campo de energía arquetípica que facilitará el camino al círculo siguiente.”
El Círculo lo hacemos todas y cada una debe cuidar que se mantenga en equilibrio
Por eso, acogemos cualquier emoción que surja y no nos la callamos, porque eso crearía una presión interna que acabaría por mascarse en el ambiente. Pero tampoco es un lugar donde echar nuestra basura emocional, ya que hacerlo dañaría el tejido que nos une. Así, como en la vida, también hay límites y una debe ser consciente de ellos para que podamos sentir que el Círculo sostiene, nutre y no carga. Cada una debe hacerse responsable de sí misma, y si necesita terapia debe dársela por su cuenta.
¿Cómo saber si estamos cargando al grupo?
Cargamos el Círculo cuando lo usamos como un sustituto de lo que necesitamos en la vida. Daré aquí dos ejemplos básicos:
Cuando una mujer se toma demasiado tiempo para compartir algo que no es importante en sí, por el mero placer de ser el centro de atención, o de suplir una carencia de forma inconsciente. Esto no ayuda porque está tapando algo que no se quiere reconocer, no sirve a a nadie. Sin embargo si esta misma mujer se atreve a decir: «a veces me doy cuenta de que busco la atención de las demás», esto sí sirve a ella y al grupo (siempre que no se tome excesivo tiempo y se utilice para seguir siendo el centro de atención 😉
Si estamos en una situación de crisis personal o sucede algo en nuestra interacción que incomoda y lo expresamos, entonces no estamos cargando al grupo, al revés. Lo cargamos cuando acaparamos la atención impidiendo que las demás puedan expresar lo que sienten. Vivir el Círculo es como entrar a una especie de laboratorio humano que nos invita a dejar juicios y prejuicios a un lado y a abrir nuestro corazón al corazón de las demás. En ocasiones puede llegarse a sentir como un río que pasa por una zona de rápidos con inestabilidad y turbulencias. Pero todas estamos súper capacitadas en la navegación emocional. Ser conscientes de ello hace que los atravesemos con éxito y ¡eso es una sanación grupal!
El Círculo de Mujeres es un lugar de autocuidado y cuidado de la otra
El Papel de la Facilitadora
Por eso cada nuevo Círculo de Mujeres suma a esta recuperación del poder de los vínculos entre nosotras. Pero para que realmente funcione, el papel de la facilitadora es esencial. Porque es la que va proporcionando aquello que se necesita para el buen fluir, poniendo al servicio su bagaje y la importancia de volver a lo sagrado desde el cuerpo. Ya que necesitamos recuperar nuestra soberanía sobre él.
Además de lograr reunir el grupo, la facilitadora organiza las sesiones, prepara el espacio para que esté limpio energéticamente, explora y presenta una idea sobre la que compartiremos meditante la palabra. Luego la exploraremos desde dinámicas psicocorporales, rituales, visualizaciones y otras herramientas que faciliten el acceso a información inconsciente… pero también puede dar paso a que otras mujeres aporten algo que consideran de valor para el grupo: poema, canto, danza… Es una anfitriona, una columna sustentadora del buen fluir. No está por encima de las demás, ni tampoco es la madre de todas.
El papel de la facilitadora puede no ser nada fácil ni sencillo pese a que pueda parecerlo en una primera instancia. Se trata de hacerlo fácil para todo el Círculo y ella también es parte de él. Por eso es tan importante que el Círculo también cuide a la facilitadora. Cuidarla significa, ante todo, mantener una mirada amorosa hacia ella como ser humano. No cargarla con exceso de preguntas o peticiones y estar receptiva a lo que podamos ayudar.
Dado que vamos a compartir sentimientos, necesitamos crear buenos cauces por donde nuestras aguas fluyan sin que nuestro río se desborde ni se seque. Para ello existen unas premisas para funcionar sin jerarquía, a las que debemos prestar total atención.
Bases para el buen fluir en un Círculo de Mujeres
Respeto por la palabra, el nivel de participación de cada una
Autocuidado como base del cuidado de la otra u otras
Compromiso: de co-crear y sostener el círculo en cada sesión.
Consciencia sobre los propios juicios, la intención firme de dejarlos ir
Confidencialidad absoluta: lo que sucede en el Círculo se queda en el Círculo
Estado de Presencia, atención sostenida en lo que una siente y lo que está sucediendo en el grupo.
El Cuidado del Espacio
Es importante dar el valor al lugar que nos acoge y tratarlo con amor, pues es el jardín donde plantamos nuestras semillas, que se mantiene hermoso por el cuidado de la jardinera, con todo lo que implica: limpieza, luz, calefacción, agenda…
El Orden Sistémico
Es importante para que la armonía se mantenga que si surge una iniciativa por parte de una participante del Círculo se la comparta antes a su facilitadora, no convoquemos al grupo por nuestra cuenta. Ella valorará la viabilidad de la propuesta y si está en sintonía con lo que tiene preparado. No tenerla en cuenta generará malestar en ella, es algo así como si no se honrara su papel como iniciadora y sostenedora del grupo.
El Círculo de Mujeres despierta tu sabiduría interior
Cuando vamos comprendiendo cómo proyectamos nuestras creencias sobre las demás, es más fácil ir saliendo del juicio. Pero hablemos claro, todas tenemos una especie de juez interior bastante tirano que hemos de ir transformando en una analista neutral. Pero también tenemos la capacidad de generar oxitocina juntas (que es llamada la hormona del amor) y podemos comprometernos a poner a ralla a ese juez. Para ello nos ayudan las dinámicas en que nos hacemos de espejo unas a otras y esto es muy mágico. Porque nos hace un regalo de ver una parte de nosotras mismas que no conocíamos, o nos costaba reconocer y también vamos dando los pasos para la creación de la tribu.
En un Círculo de Mujeres cantamos y danzamos, cada una a nuestra manera. No tienes que saber cantar ni bailar simplemente porque ya sabes aunque puede que no lo recuerdes, por eso estamos aquí; para recordar. También para volver a celebrar las Festividades de la Tierra
Cantar y danzar no es un capricho, es también parte de la sanación de lo femenino. Es la expresión de tu alma vibrando. Soltarás tensión y te abrirás desde tu cuerpo a la dimensión creativa espontánea, saliéndonos del pensamiento patriarcal que suele estar comparando, eligiendo y desechando.
Nadie lo hace bien ni mal, simplemente experimenta lo que siente el cuerpo que habita.
El Círculo de Mujeres es una Puerta
Aunque el Círculo no es un espacio para hacer terapia, contribuye a nuestra salud mental, emocional y física. Por el hecho de compartir lo que sentimos y sostenerlo juntas ya estamos entrando al espacio de la curación. En una cultura heteropatriarcal y hegemónica, la visión del mundo y necesidades de las mujeres quedan denostadas, pero estamos tan dentro y llevamos tantas generaciones (5000 años) que ya nos suele parecer normal.
Sin embargo, también nos estamos dando cuenta (más allá del género con el que nos identifiquemos) de que como nos hemos desviado de unos principios que cuidan la vida. Basta ver lo que hemos hecho con el planeta, el trato a los animales, la explotación de la gente y los recursos que nos da la Tierra. Cuando empezamos a profundizar en la evolución que hemos tomado como especie, vamos dándonos cuenta de lo importante que es que la Mujer vuelva a su centro y para ello, según la analista jungiana: Connie Zweig, son necesarias varias sanaciones dentro de nosotras:
Hacia la Sanación Femenina
Necesitamos recuperar una buena relación con nuestro propio sexo y nuestro propio género, lo femenino. Aquí entra la sanación con nuestra madre, el linaje familiar femenino y también las relaciones entre mujeres.
Una vez nuestra energía femenina está más fortalecida es necesario sanar la relación con los hombres y lo que significa lo masculino. Nuestro padre, jefes y personas de autoridad en nuestra vida, hermanos, amigos y por supuesto: la pareja, nos va a reflejar, lo que C. Jung llamaba: nuestro animus (el propio aspecto masculino interno).
Otras sanaciones importantes son: la relación con los ritmos, ciclos y deseos de lo femenino, y también la relación con los arquetipos de la feminidad. Estos son los referentes, modelos o esquemas eternos de lo femenino.
Si eres Facilitadora de Círculos de Mujeres o te gustaría facilitar estos espacios, puede interesarte conocer El Mundo Interior de la Facilitadora un espacio psicoterapéutico diseñado para nutrir vuestras necesidades emocionales, fortalecer vuestro liderazgo y hacer que la facilitación sea más fácil y satisfactoria.
2 respuestas
Es mi primera vez en contacto con un círculo de mujeres, estoy a la expectación, y contenta por participar, con ganas de aportar y compartir sentires! Me parece una dinámica muy interesante por ser parte de nuestra memoria ancestral.
Gracias Nur, fue una experiencia hermosa de 23 mujeres juntas en tribu. Y solo ha sido la primera!!! Abrazo grande, hermana!