Recuperar el sentido sagrado del tiempo natural
Hace mucho tiempo que siento en mí la certeza de que necesitamos volver a mirar a la Tierra con otros ojos. De ahí el propósito de Creadoras de Cultura.
Mirar a la Tierra con los ojos de quien ve por primera vez. ¿Cómo sería?
Tal vez nos pareciera un ser de inmensa belleza, formas de vida inimaginables, fuente de placer para los sentidos, poderosa y sabia. Pues nos sostiene, nos nutre como una madre y nos recuerda que somos parte de su latido.
De esa visión surge: Unidas por la Rueda: un proyecto para encontrarnos cada Solsticio y Equinoccio, en conexión con los ritmos de la Naturaleza y con nosotras mismas. Un espacio de espiritualidad libre de dogmas, de celebración colectiva, de memoria y regeneración cultural.
Queremos recuperar lo que las antiguas culturas ya sabían: que el tiempo natural es sagrado, que los ciclos de la luz y la oscuridad nos atraviesan, y que al vivirlos conscientemente nuestra vida cobra más sentido.

La necesidad de volver a la Naturaleza
Como seres humanos necesitamos recordar que no estamos separados de la Naturaleza: somos parte de ella. El contacto con el mundo natural nos da salud física, claridad mental y también experiencias espirituales profundas.
Somos seres sociales, necesitamos del grupo, de la comunidad. La alienación y el aislamiento nos enferman; la conexión y el cuidado mutuo nos devuelven vitalidad. No somos individuos sueltos: somos manada, somos red. Y es que hemos olvidado que también somos animales, porque nuestra cultura mira a estos por encima del hombro, como inferiores, pero esto también está cambiando. Empezamos a verlos como hace mucho tiempo atrás, como allegados, hermanos incluso, parte de una misma familia planetaria.
La pérdida del tiempo natural
Vivimos en una cultura que ha roto los lazos con los ritmos naturales. Los calendarios artificiales, las jornadas laborales que ignoran nuestros biorritmos y el exceso de pensamiento racional nos han alejado del ciclo natural de la vida.
Como animales que han perdido su hábitat hemos olvidado que nuestro cuerpo y nuestro espíritu laten al compás del Sol, la Luna y las Estaciones. Esta desnaturalización nos empobrece, nos desconecta y nos priva de una brújula vital que antes era evidente.

El valor de los rituales colectivos
Otro aspecto perdido son los rituales comunitarios de celebración y de paso a otra etapa de la vida.
Dentro de las religiones los rituales siguen cumpliendo una función pero se ve mermada porque está regida por dogmas, jerarquías que categorizan a las personas, llevan a rigidez en su forma y conllevan una participación menos activa.
Lo que proponemos desde Unidas por la Rueda son celebraciones participativas que permiten la espontaneidad de las personas y se basan en la autenticidad desde la que se convocan. Porque están creados desde el amor a la Tierra y a la vida.
Y ¿Qué es la Tierra?
¿Una roca sólida con agua y minerales, explotable, motivo de guerras y apropiaciones?
Para nuestros antepasados, la Tierra era mucho más: una Madre, un organismo vivo en continuo cambio y evolución.
La ciencia contemporánea ha retomado esta visión. James Lovelock y Lynn Margulis, con la Hipótesis Gaia, reconocieron a la Tierra como un superorganismo vivo que se autorregula para mantener el equilibrio. Esta visión trae profundas implicaciones científicas, ecológicas y filosóficas. También porque reafirma lo que la ciencia de los sistemas vivos ya está verificando: la interconexión de todo cuanto existe.
Ya hemos comprobado que no solo nos adaptamos al ambiente, también lo modificamos con nuestra presencia y actos. Los humanos seguimos generando un cambio climático y la pérdida de biodiversidad además de la explotación insostenible y las guerras por la extracción de recursos energéticos.
Si comprendemos esto, podremos integrar la circularidad y el equilibrio en nuestras prácticas y políticas humanas. Por ello es importante lo que cada quien aporta al colectivo con su propio pensamiento, sentimiento y acción.

La Tierra como viajera del cosmos
Otra forma de ver a la Tierra, desde una mirada sistémica es observando sus relaciones con cuanto existe fuera de ella. Podemos verla como una nave sobre la cual viajamos por el universo, dando vueltas al Sol en espiral y recorriendo nuevos espacios estelares. No va sola, la Luna siempre está rodeándola y los planetas vecinos se acompañan.
En este viaje, tal como en nuestro viaje por la vida, la Tierra pasa por distintas etapas. Y vuelta a empezar:
- Primavera: expresión, estallido de vida.
- Verano: experimentación, vivencia plena.
- Otoño: integración, recogimiento.
- Invierno: trascendencia, cierre y liberación.
Cuando hacemos conscientes estos ciclos, la vida cotidiana cobra mayor sentido. Redescubrimos la belleza de lo que antes dábamos por hecho y recuperamos la gratitud por cada etapa.
La memoria de los calendarios antiguos
Tampoco ayuda el hecho de que nuestra forma de medir el tiempo se volvió antinatural. Los calendarios anuales que mantenemos en el mundo occidentalizado fueron creados en la Antigua Roma junto al Vaticano con fines comerciales.
Sin embargo los calendarios más antiguos tenían en cuenta el movimiento del Sol y de la Luna, el latido de la Tierra y el de nuestros propios cuerpos sincronizados, pues eran basados en ciclos naturales.
Los cambios de estación se vivían en comunidad y eran celebraciones con carácter sagrado. El símbolo de la cruz marca Equinoccios y Solsticios, Direcciones o Puntos Cardinales, Elementos asociados, procesos, seres visibles e invisibles… Salvo en las zonas más húmedas ecuatoriales donde los cambios estacionales son mínimos, estas celebraciones son universales.
El Solsticio de Verano y de Invierno, la culminación de un proceso, en verano la luz llega a su plenitud, en el de invierno la luz alcanza el punto más bajo. El día más largo y el día más corto, respectivamente. Y durante unos 3 días parece que el sol está quieto. Solsticio significa eso: sol quieto.
Los Equinoccios marcan un tiempo de equilibrio en que las horas de luz y de oscuridad son las mismas en cualquier lugar del planeta. El de Primavera será el comienzo del alargamiento de los días y en Otoño el comienzo de su acortamiento. Es un tiempo de balance.
Las culturas ancestrales celebraban los Solsticios y Equinoccios como momentos sagrados para la comunidad. Algunas tradiciones, como la celta y la germánica, añadieron también los puntos intermedios, creando la Rueda del Año con ocho festividades: Samhain, Yule, Imbolc, Ostara, Beltane, Litha, Lughnasadh y Mabon.
En la visión celta, la Rueda muestra la danza entre la Tierra (Principio Femenino) y el Sol (Principio Masculino). En la tradición recuperada de Avalon, cada etapa del año se vive como una expresión de las distintas facetas del Principio Femenino.

Elementos y sabiduría ancestral
Cada Estación del año resalta un Elemento esencial según una Rueda del Año u otra. Tomaremos de referencia la Rueda de Avalon, por su relación directa con los ciclos de la vida humana:
- En el Equinoccio de Primavera, nuestra atención se dirige principalmente al Fuego puesto que la luz del Sol se hace más intensa. La energía asciende por la savia y la sexualidad se despierta en el reino animal. La Tierra se fertiliza.
- En el Solsticio de Verano, la máxima luz nos lleva a necesitar el Agua y celebramos el regalo de poder vivir experiencias, de reunirnos en familia, amigos y disfrutar la plenitud de la vida y del mundo natural.
- En el Equinoccio de Otoño, la luz del Sol desciende y volvemos la mirada hacia la Tierra: la savia se recoge, los animales se preparan para pasar el invierno y concentramos fuerza para integrar lo vivido.
- En el Solsticio de Invierno, la mínima expresión de luz nos lleva a sentir como el Aire gélido nos lleva al recogimiento y cierre del ciclo. El mismo aire que traerá nuevas semillas para ser despertadas en la próxima Primavera.
Una propuesta regenerativa
Unidas por la Rueda nace para recuperar la memoria de estos ciclos y traducirlos a nuestro presente.
- Reunirnos cada Solsticio y Equinoccio.
- Compartir antiguas sabidurías y nuevos aportes de la ciencia natural.
- Crear rituales colectivos, participativos, no dogmáticos.
- Reconectarnos con la Tierra como un ser vivo.
- Regenerar cultura desde lo comunitario, lo simbólico y lo espiritual.
La Rueda del Año no es solo un calendario: es una manera de recordar que todo está interconectado en continuo viaje de evolución y que somos parte de ella.

¡Este 21 de septiembre iniciamos!
En el Hemisferio Norte iniciamos el Otoño, en el Sur, la Primavera.
Este año, además, coincide con la Luna Nueva y un Eclipse de Sol, siendo un momento clave de inicio y transformación.
Así como nuestras antepasadas más lejanas celebraban estos momentos como ritos comunitarios, hoy recuperamos ese espíritu y lo adaptamos a nuestro presente: encontrarnos, escucharnos, sentirnos parte de una misma rueda de vida.
Por eso, desde Creadoras de Cultura, te invitamos a un encuentro online por YouTube (11:30 a 12:30, hora de España) donde ofreceremos:
- Un compartir sobre el sentido cultural y espiritual de los Equinoccios y Solsticios. Por Leona y Gata
- Una meditación guiada de alineación con la Tierra y con este momento de transición. Por Gabriella Robles
- Y una propuesta de acción sencilla para llevar a lo concreto la energía compartida.
Si no puedes estar en vivo, te animamos a verlo en diferido lo más pronto que puedas. No es necesario que lo hagamos todas/os a la vez, pues cada quien también tiene sus propios ritmos.
Encuentro presencial
Vivas donde vivas, puedes convocar un grupo en tu localidad para realizar la acción sincronizada con nosotras.
Quienes estamos en León (España), nos encontraremos a las 13:00 detrás de la Catedral para realizar esta acción juntas/os.